16 de junio de 2013

¿En que se gastan nuestros impuestos? Inversiones

En mi post anterior expuse lo necesario que me parece regenerar la conciencia ciudadana sobre la utilidad de los impuestos, a través de la racionalización y la transparencia en el gasto, y cuando digo eso no me refiero a recortar en sanidad y educación, sino en que la ciudadanía tiene derecho a saber en que se gasta el dinero, y en opinar si cree que se está derrochando en cosas inútiles, o en beneficios espúreos para unos pocos. No quería limitarme únicamente a la crítica general a nuestros dirigentes, cosa que ya he hecho ampliamente, sino que quería hacer algunas propuestas concretas. Ya indiqué propuestas sobre como evitar los abusos en sueldos y cargos de los políticos, y ahora quería centrarme en como controlar el gasto en inversiones públicas.

La primera medida sería clarificar como se decide si una infraestructura es necesaria y útil. Actualmente parece que las inversiones se deciden en función de donde ha nacido el ministro de turno, o si en cierta comunidad han obtenido muchos votos, y esto tiene que acabarse pues nos ha llenado el país de aeropuertos inoperantes, paradas de AVE en pueblos, y autopistas rescatadas.
Las infraestructuras del tipo escuelas y hospitales se proyectan en función de la población existente y la distancia de los trayectos, y salvo contadas excepciones, se han ejecutado de forma bastante racional, así pues en ese campo no creo que haya que hacer muchas reformas, simplemente dejar que los técnicos decidan libres de injerencias políticas.

En lo referente a las infraestructuras de transporte es donde se necesita poner orden. Habría que distinguir entre infraestructuras de alta capacidad (autopistas, trenes, puertos y aeropuertos), de las de baja capacidad (carreteras). Antes de ejecutar una infraestructura de alta capacidad habría que hacer un presupuesto y un cálculo de su utilización futura, lo que se conoce como un cálculo de coste/beneficio. Si dicho cálculo da un resultado por encima de cierto valor, se puede ejecutar, pero si el cálculo da por debajo de dicho umbral se podría ejecutar pero como infraestructura de baja capacidad, que no necesitaría pasar dicho cálculo de coste/beneficio, a menos que se rehaga el proyecto para rebajar el presupuesto. O sea, que entre dos poblaciones de 1.000 habitantes, no se puede construir una autopista, porque no la utilizaría casi nadie, pero sí una carretera, ya que es un derecho básico de todos los ciudadanos tener una infraestructura de transporte. Dicho cálculo sería vinculante, no una mera opinión de los técnicos.
Aún así, es cierto que en ciertos casos una infraestructura con poca demanda inicial puede servir para traer riqueza a ciertas zonas depauperadas. Para esos casos en los que el cálculo coste/beneficio no justifica dicha infraestructura de alta capacidad, pero otros criterios socioeconómicos o demográficos si que la hacen recomendable, propongo crear un impuesto específico, que vendría a sustituir las tan polémicas transferencias de solidaridad entre comunidades autónomas. El dinero para pagar dichas infraestructuras infrautilizadas se tendría que sacar de un fondo que se iría llenando con dicho impuesto solidario que pagarían los ciudadanos en función de su renta. Si los políticos creen que hay que hacer muchas de estas infraestructuras infrautilizadas, tendrían que explicar a los ciudadanos que les tienen que subir dicho impuesto de solidaridad, o esperar varios años a que se vaya recaudando para tener suficiente dinero. Eso eliminaría de un plumazo la tendencia de los políticos a construir aeropuertos en medio de la nada, y a la vez nos ahorraría la eterna discusión de que comunidades pagan de más y de menos, pues serían los ciudadanos los que sufrirían un impuesto específico para ese fin, y no se detraería ese dinero de las transferencias del estado a las comunidades, lo que se ha demostrado un sistema muy opaco y fácilmente interpretable según los intereses de cada cual.
Por último se necesitarían algunas medidas para impedir que nos hiciéramos trampas al solitario, o sea controles para que los presupuestos de las obras, y los cálculos de utilización de dichas infraestructuras fueran lo más reales posibles, y no se alteraran artificialmente para conseguir mostrar como útiles infraestructuras que no lo son, a base de maquillar los números. Para impedir dichos maquillajes, se podrían encargar a funcionarios del estado, que gracias al blindaje de su empleo no pueden ser presionados. O por ejemplo se podrían encargar dichos estudios a empresas privadas, y en caso de que sus informes se demuestren erróneos con desviaciones de más del 10%, vetar dicha empresa de la contratación pública durante 5 años.

Otra medida muy necesaria sería la de impedir que en los concursos públicos, las empresas presenten unos presupuestos artificialmente bajos para ganar el concurso, para a continuación, durante la obra, exigir el pago de sobrecostes que disparan el presupuesto por la puerta de atrás sin ningún control. La solución para impedir esta práctica es sencilla, si el coste final de una infraestructura ejecutada por una empresa supera el presupuesto entregado en el concurso, dicha empresa queda excluida de la contratación pública durante 5 años. En pocos años veríamos como las empresas se preocupan de presentar a los concursos unos presupuestos realistas, y como el coste final de las obras se ajusta a lo presupuestado.
Todos los contratos públicos deberían ser publicados inmediatamente, solamente en el caso de los contratos de defensa se podría retrasar su publicación hasta un máximo de diez años.
Ningún contrato público podría incluir compensaciones a las empresas privadas en el caso que las previsiones de ingresos o costes no se ajusten a la realidad. No puede ser que a día de hoy aún no sepamos que contrato se firmó para traer la formula 1 a Valencia, o cuanto dinero dice el contrato que costaría rescindirlo, o que tengamos que compensar a las concesionarias de autopistas privadas porque se equivocaron al prever cuantos vehículos pasarían por sus peajes. El capitalismo consiste en arriesgar tu dinero para ganar más dinero, no en asegurar que tendrás unos ingresos seguros aunque hagas mal los cálculos, quizás intencionadamente.

Quizás mi propuesta intenta acotar demasiado las decisiones de infraestructuras, pero en vista de lo mal que lo han hecho los políticos, creo necesario devolver la responsabilidad a los técnicos, para que sus cálculos sean vinculantes, e impedir así que un político se gaste 200 millones de nuestros impuestos en una estación de tren en un pueblo de 1000 habitantes, donde curiosamente su familia tiene unos terrenos, diciendo que es de utilidad pública.
Os invito a dejar vuestra opinión sobre mis propuestas, a dar vuestras propuestas complementarias o alternativas, o a dejarme verde, que esto sé que también gusta mucho.

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