28 de noviembre de 2016

La ficción del dinero y el dilema del Coyote más allá del acantilado

El dinero es la base de nuestra sociedad, es lo que nos hace salir de la cama cada mañana y lo que nos mantiene dóciles y obedientes frente a nuestros jefes, pero lo que la mayoría ignora es que el dinero solo tiene valor en la medida en que creamos que es valioso. Esa idea de que los bancos guardan montones de lingotes de oro en sus cámaras acorazadas, y que ese oro es lo que en última instancia garantiza el valor del dinero desaparició definitivamente cuando en 1971 la Reserva Federal de EEUU (su banco central) eliminó la necesidad de sostener la emisión de nueva divisa con incrementos de reservas de oro. Es decir que desde entonces se puede crear dinero de la nada simplemente imprimiendo más billetes sin ningún otro respaldo que la fe de la sociedad que ese trozo de papel tiene algún valor, y con la única garantía de tener el compromiso de un particular, empresa o institución que se haga responsable de devolver ese dinero con intereses en el futuro en forma de solicitud de crédito. Para empeorarlo ese proceso se acelera con la economía digital, donde el dinero se ha convertido en números en una pantalla que permiten que las burbujas crezcan de forma acelerada.

Por lo tanto durante las últimas décadas se han estado creando en el mundo cantidades ingentes de dinero sin ningún apoyo real cuantificable, mediante un endeudamiento desmedido, pues simplemente haciendo la promesa de devolver el dinero este era creado de la nada y te era entregado. Eso significa que si en algún momento la gente deja de tener fe en el valor del dinero, si en algún momento la gente deja de creer en las promesas de devolver los préstamos con intereses en el futuro, nada podrá detener la caída del valor del dinero.

La situación se parece muchísimo a esos dibujos animados en los que el Coyote sigue corriendo más allá del límite del precipicio, y hasta que se da cuenta que no tiene nada bajo sus pies no empieza a caer. En esta metáfora, cuando el dinero tenía un respaldo, como por ejemplo el oro, existía un suelo sobre el que sostener la economía, aunque también el oro tenga un valor variable y subjetivo, sin embargo al desligar el valor del dinero de cualquier referencia real, pudimos correr más allá de las limitaciones de la cantidad existente de oro, permitiendo un crecimiento económico brutal, pero que se sostenía sobre la fantasía que seguimos teniendo un suelo bajo nuestros pies.

El problema es que actualmente el nivel de endeudamiento se ha incrementado en todo el planeta, a nivel particular, a nivel empresarial y también a nivel estatal, hasta estar llegando a niveles insostenibles que todo el mundo admite que hay que reducir, pues si solo pides crédito pero nunca lo devuelves y encima pagas los intereses pidiendo más créditos es evidente que esto no es sostenible, y puede que el momento en el que se deje de creer en las promesas de los endeudados esté cerca.

El problema es que reducir deuda significa reducir el dinero disponible, ya que en vez de gastarlo o invertirlo lo dedico a liquidar las deudas, lo que es sinónimo de contrcción económica. En otras palabras, reducir los niveles de endeudamiento es sinónimo de destruir dinero reduciendo la masa monetaria, devolver un crédito destruye el dinero creado al solicitarlo. Si todo el mundo se dedica a amortizar las deudas entonces el colapso económico mundial es seguro. El sistema solo puede soportar reducir deudas localmente compensandolo con un mayor endeudamiento de otro país, o de otro colectivo.

El problema actual es que no existe ningún otro país ni ningún otro colectivo que esté poco endeudado y que pueda endeudarse más, creando más masa monetaria, para compensar y permitir la reducción del endeudamiento local y la destrucción monetaria que eso comporta. Por lo tanto tarde o temprano la gente dejará de creer que las deudas pueden ser devueltas, y por lo tanto dejará de creer que el dinero sostenido por esas promesas de devolución tiene valor real. Se producirá una crisis que destruirá grandes cantidades de dinero haciendo incobrables grandes cantidades de deuda. La pregunta es ¿la deuda de quién será perdonada cuando ese momento llegue? Sospecho que la mia no será.

Así pues estamos ante una situación grave, pues la economía mundial necesita seguir incrementando su endeudamiento para continuar en marcha, para crear nueva riqueza cada año, pero al mismo tiempo unas deudas excesivas reducen la confianza en el valor real del dinero y ponen en peligro la base misma del sistema, el valor real del dinero. ¿Hasta cuando podremos seguir corriendo más allá del acantilado?

La solución a esta encruzijada es muy compleja, y no todos lo enfocan de la misma manera. Por ejemplo EEUU parece creer que cuanto peor mejor, es decir que un endeudamiento monstruoso obligará a todos a aceptar que el dinero tiene valor, incluso a sabiendas que es insostenible, por miedo al daño que la falta de confianza provocaría, por eso sigue endeudándose sin límite, e incluso existen sospechas fundadas de que ha estado vendiendo durante décadas sus reservas de oro almacenadas en Fort Knox, y las de otros paíse que las almacenan allí (no se permite ninguna auditoría ni siquiera por parte de los países que allí almacenan su oro desde los años 50). Por lo tanto EEUU parece tener fe en que el Coyote podrá seguir corriendo infinitamente más allá del acantilado aunque sea autoengañándose por miedo a la caída.

Por otro lado China tiene una política opuesta, y está acaparando ingentes reservas de oro, importando todo el oro disponible, comprando minas de oro por todo el mundo, e incluso mediante el reciclaje sistemático de desechos informáticos que contienen pequeñas cantidades de oro. Se supone que hace eso para dar un apoyo a su divisa para evitar que una crisis sistémica planetaria se lleve por delante su economía. Es decir que intenta rellenar el fondo del acantilado para que éste sea menos profundo y se amortigue la caída del Coyote.

Por su parte Europa ha optado por intentar amortizar sus deudas, reduciendo el endeudamiento general incluso a costa de provocar y agrabar una crisis económica, para así reducir el peligro a esa crisis sistémica anunciada. En el simil del Coyote Europa ha optado por ir caiendo poco a poco reduciendo la distancia con el fondo del acantilado, aunque no parece claro que se haya conseguido reducir dicho endeudamiento mediante esa política.

Solo el tiempo nos dirá quien tiene razón.

9 de noviembre de 2016

Desmontando a Trump. Los poderosos prescindiendo de sus intermediarios para desviar la ira ciudadana


Los poderosos han utilizado a los políticos para implantar la globalización salvaje sustentada ideológicamente por el neoliberalismo extremo, conocedores de que este modelo les resultaría muy beneficioso a ellos, y que resultaría dañino para el grueso de los ciudadanos. Algunos advirtieron de la maniobra, e intentaron oponerse a ella con protestas, pero fueron ridiculizados y tachados de radicales por los medios, impidiendo que la ciudadanía simpatizara con su mensaje, y hoy pagamos las consecuencias de aquello.

Ahora los ciudadanos han perdido sus trabajos, sus derechos, sus servicios del estado del bienestar, y al contrario de lo prometido hace una década, también buena parte de su poder adquisitivo, y están cabreados, enfadados y se sienten engañados por los políticos y por los partidos tradicionales. Esos ciudadanos están buscando los culpables, y soluciones para recuperar sus derechos.

En esta situación, los poderosos se están dando cuenta que sus peones, los políticos, están siendo barridos del tablero al haber quedado quemados, deslegitimados, y que si no hacen nada los ciudadanos acabarán por descubrir a los verdaderos responsables de sus desgracias.

Es entonces cuando ofrecen una respuesta fácil a las masas enfurecidas, un cebo que morder para apartar las iras ciudadanas de los verdaderos objetivos, y ese objetivo fácil son los inmigrantes. Se presentan a las personas migrantes como las responsables de la destrucción de los puestos de trabajo, del empeoramiento de la sanidad, o la educación, y eso le consiguen mediante la manipulación informativa masiva, utilizando unos medios que controlan.

Esta solución evita que la gente centre su atención sobre los verdaderos generadores de sufrimiento, que no son las personas migrantes, sino la desregulación financiera, la deslocalización del pago de impuestos, y la competencia desleal de países sin legislación laboral ni ambiental.


Aquellos que se han beneficiado de la globalización, como Trump que ha podido contratar mano de obra más barata, y ha podido evitar el pago de impuestos declarando en otros países, se han dado cuenta de este descontento, y sabían que o le daban al pueblo un chivo expiatorio, o el pueblo se daría cuenta de quienes han sido los verdaderos responsables de su sufrimiento y tomarían medidas.

Así pues Trump simplemente ha decidido prescindir de un político como intermediario, que sabe que es una figura deslegitimada frente a la sociedad, y se ha postulado él mismo, sin intermediarios, para controlar directamente las riendas del poder, ofreciendo ese cebo xenófobo para apartar las miradas de los privilegios que le permiten a él, y a otros como él, obtener beneficios del sufrimiento ajeno.

Así pues hay que construir una alternativa ideológica a la xenofobia, hay que señalar al verdadero responsable de los males de la ciudadanía, que son la desregulación financiera, la deslocalización fiscal, y la competencia desleal, a costa de la explotación laboral y la destrucción ambiental.

7 de noviembre de 2016

La era de la Abundancia se acaba, se acerca la era de la Escasez

Hoy vivimos en la era de la abundancia pero lo que muchos ignoran, y algunos callan, es que nos dirigimos a toda velocidad hacia la era de la escasez que nos alcanzará de lleno en como mucho un par de décadas.
El modelo económico actual preconiza que el crecimiento ilimitado en todos los ámbitos de la vida no solo es posible y deseable, sino que es imprescindible para mantener el mundo en funcionamiento. Cada año hay que vender más coches, más teléfonos, más amburguesas, más ropa, cada año hay que producir más aluminio, soja, aceite de palma, ternera, y cada año los beneficios tienen que crecer, por lo tanto cada año hay que sacar recursos de la tierra y convertirlos en dinero, o directamente crear burbujas especulativas que justifiquen la creación de más dinero sin ningún soporte real.
El problema es que este modelo económico se está ejecutando en un planeta finito, que tiene una cantidad finita de cobre o aluminio, que tiene una cantidad finita de petróleo o carbón, y que tiene una cantidad finita de suelo fértil y de agua dulce, así como una capacidad finita de absorber y procesar contaminantes sin provocar consecuencias catastróficas.
La era de la escasez llegará irremediablemente cuando se alcance uno cualquiera de estos límites naturales que actaurán de pared contra la que la civilización globalizada se estrellará sin remedio, provocando una crisis sistémica, y dejando tras de sí un planeta empobrecido con unos recursos esquilmados.
Nuestros hijos tendrán que apañarse sin petróleo, gas ni carbón, las grandes selvas y bosques primarios habrán desaparecido siendo sustituidos por monocultivos transgénicos de soja o de palma, arrasando con toda la biodiversidad de la que privaremos a nuestros hijos, y los metales tendrán que ser obtenidos del reciclaje de nuestros actuales residuos porque las minas se habrán agotado.
Todo esto pasará, lo único que no sabemos es cuando, y tenemos dos opciones. O hacemos frente a esta realidad nosotros ahora, planificando una suave transición hacia un nuevo modelo con nuevas reglas que tengan en consideración que el planeta es finito, o no hacemos nada y seguimos dañando y explotando el planeta hasta que los recursos empiecen a escasear provocando una crísis sistémica que acabe con nuestra civilización como se acabaron antes las civilizaciones egípcia, romana, maya, y otras tantas.
El capitalismo es incompatible con la vida en la tierra tal y como la conocemos, así que o acabamos con la vida en la tierra, dejando solo unos pocos tipos de vida domesticados y trasngénicos para nuestro interés y erradicando todo rastro de vida salvaje, o acabamos con el capitalismo de crecimiento infinito tal y como lo conocemos para transformarlo en algo distinto y sostenible.

Sea como sea, la era de la abundancia está a punto de terminar y su fin puede ser abrupto y traumático, o planificado y beneficioso. Por desgracia muchos están dispuestos a luchar para no perder su derecho a seguir explotando el planeta un dia más, a seguir contaminando gratis un día más, a seguir exterminando la biodiversidad un día más y a seguir explotando a otros humanos un día más.
Hasta aquí he planteado dos posibles escenarios futuros del capitalismo, o transmutación o muerte, sin embargo esa minoría que tanto beneficio obtiene del actual sistema que premia su total falta de escrúpulos tiene una tercera solución que permitiría al capitalismo sobrevivir, y esa solución es muy antigua, se llama guerra y muerte. Una gran guerra, o una enfermedad, que exterminara a un número considerable de habitantes del planeta reduciría de un día para otro la presión sobre el sistema, evidentemente esto no permitiría que aparecieran más recursos fósiles, pero si que dejaría menos individuos entre los que repartir los recursos restantes, consiguiendo así que los supervivientes puedan seguir un poco más en la era de la prosperidad.
Estamos por lo tanto a bordo de un barco, en alta mar, y escasean los víveres y el agua. Podemos no hacer nada, podemos tirar a algunos por la borda para alargar las reservas, o podemos intentar aprender a cultivar comida sobre la cubierta, esa es sin duda la más dificil pero la mejor de las soluciones, una solución que sea sostenible en el tiempo.

3 de febrero de 2016

Lo que se rompe no es España, sino la España idealizada como católica, borbónica, conservadora y centralista de los oligarcas

Tiempo llevamos escuchando el discurso de “España se rompe”, sin embargo España lleva siglos rota por mil líneas de fractura que la cruzan de forma profunda como fallas. Se rompió entre los cristianos y los judíos, entre borbónicos y los austricistas durante la guerra de sucesión, se rompió entre los ilustrados y los conservadores, entre republicanos y los franquistas, se rompió entre golpistas y demócratas, entre católicos y ateos, entre centralistas y federalistas.

Todas y cada una de dichas roturas se resolvieron con la imposición por la fuerza de una de las partes sobre la otra, con un bando victorioso y uno derrotado, concentrando el poder en los que siempre se han alineado con los vencedores, como si de selección natural se tratara. Por eso a día de hoy el poder se concentra en manos de una élite cristiana católica, borbónica, conservadora, franquista, golpista y centralista, que han alcanzado su posición de poder por la fuerza durante generaciones y que jamás han trabajado por y para el consenso y el entendimiento, sino por la imposición y el inmovilismo.
Así pues no hay peligro de que España se rompa, pues ya está rota, el peligro es que los oligarcas que hasta ahora siempre han salido vencedores de todas las contiendas pierdan por fin una batalla, el riesgo del que hablan no es el de que se rompa España, sino que se rompa su concepción de lo que es España, que ésta deje de ser católica, borbónica, conservadora y centralista. La pérdida de cualquiera de esas cuatro condiciones supondría para ellos el fin de lo que entienden por España, y por lo tanto no la ruptura física o política de España, sino la rotura de su ideal de España.

Es por eso que resulta imposible que esos oligarcas cedan en ninguno de dichos puntos esenciales por propia voluntad, no pude alcanzarse el consenso porque ellos no han entendido nunca este concepto, y a base de generaciones se han convencido que no necesitan convencer cuando pueden vencer. Por eso que si se quiere refundar este país como un país laico, republicano, progresista y federal (con un modelo totalmente opuesto a la España católica, borbónica, conservadora y centralista de las élites actuales), será necesario vencer a los que hasta ahora siempre han vencido, será necesario liberar a aquella parte de la sociedad mil veces derrotada por esos oligarcas del miedo a una nueva derrota, convencerlos de que si somos más esta vez les venceremos. Solo así podremos recuperar algo de ese poder que unos pocos se han otorgado por la fuerza durante generaciones.

En definitiva, si queremos un nuevo país necesitaremos una nueva constitución que no puede ser negociada con los oligarcas de siempre mientras estos retengan los instrumentos de poder, pues éstos no han hecho ningún acto de contricción ni mostrado ninguna intención de enmienda. Se requiere una mayoría social y política hegemónica que represente una sociedad civil libre del control de dichos oligarcas, una mayoría que resulte suficiente para forzar ese acuerdo que permita refundar el país. Solo entonces se debe tener la generosidad de dar cabida a esos oligarcas en el acuerdo, a condición de que renuncian a sus privilegios, claro está.

En referencia al movimiento independentista catalan, considero que la soberbia y la cerrazón de los oligarcas estatales ha sido tal, y tal es su inmovilismo y su poder, que han conseguido que muchos catalanes se convenzan de que no hay más alternativa que la independencia. Así pues el desafío soberanista catalán hay que considerarlo como una parte de ese mismo contexto de asfixia social casusada por los oligarcas estatales, y que lo que intentan los independentistas es convencer a una mayoría social de los catalanes de que la refundación del concepto de estado es posible, pues consideran que si alcanzan una amplia mayoría independentista se podrá forzar un nuevo acuerdo ya sea de convivencia o de independencia. Así pues el planteamiento en Cataluña y en España es idéntico, pero cambiando el sujeto. Solo una mayoría social convencida y movilizada puede conseguir librarnos de esos oligarcas nacionales que solo saben exprimir lo público, y sabotear la competencia desde la mediocridad.

Por desgracia personalmente considero que ese proceso independentista catalán está dirigido desde los oligarcas catalanes contra los oligarcas estatales, ya que incluso los oligarcas catalanes se han visto asfixiados por los oligarcas estatales, y no por el pueblo de Cataluña contra todos los oligarcas. Es por eso que creo que el resultado del reto independentista no será en ningún caso favorable a los ciudadanos de Cataluña, ni siquiera en caso de salirse con la suya, sino en todo caso será favorable a los oligarcas catalanes, que conseguirán algo más de poder restándoselo a los oligarcas estatales.

Creo por lo tanto importante señalar este aspecto para convencer a todos de la importancia de luchar y unir fuerzas para sacudirnos de encima todas las oligarquías que han abusado de su poder e influencia en su favor, perjudicando al conjunto del pueblo, y que muy a menudo han creado conflictos entre ciudadanos para desviar la atención sobre sus acciones lesivas para la sociedad.

7 de agosto de 2013

La decadencia de la sociedad y la alienación del individuo

¿Por que están tan de moda las películas de zombis? Una respuesta fácil sería decir que porque dan emoción, vísceras y violencia a partes iguales, pero creo que hay otra razón más profunda.

En mi opinión es una respuesta de nuestro subconsciente colectivo a la alienación del individuo. En el fondo las pelis de zombis muestran un mundo en decadencia colapsando, donde la mayoría de individuos a sucumbido y se han convertido en una masa uniforme de descerebrados que caminan sin rumbo con la única idea en la cabeza de consumir carne, mientras que el protagonista intenta sobrevivir y seguir siendo una persona. Creo que en el fondo todos nos sentimos un poco así, solo que los zombis de la realidad están obsesionados por consumir productos y servicios y no carne humana, por suerte. Así pues al ver estas películas nos sentimos mas identificados con los protagonistas de lo que nos gustaría admitir, ya que toda la historia es una metáfora de nuestras vidas en constante lucha para no pasar a formar parte de esa masa uniforme de descerebrados de la que nos sentimos rodeados.

Evidentemente puedo estar equivocado, y que sea todo producto del márqueting, pero al menos me sirve de excusa para hablar de nuestra propia decadencia como sociedad, una sociedad globalizada y homogeneizadora que se ha empeñado en uniformizar la cultura planetaria, y de nuestra lucha contra la alienación. Todos tenemos que vestirnos igual, educarnos igual, pensar igual, comer igual, divertirnos igual. No solo a nivel social, sino a nivel individual. No nos basta con que países diferentes tengan la misma estructura cultural, los individuos también tenemos que ser uniformes entre nosotros, hablar de los mismos temas, leer los mismos libros (si leemos) y ver las mismas películas, y todos los niños del mundo crecen viendo los mismos dibujos animados, dando lugar a lo que se ha llamado el pensamiento único, y esto es una tragedia ya que la falta de puntos de vista diferentes y originales nos impedirá dar respuesta a imprevistos futuros.

La diversidad genética es beneficiosa para cualquier especie, pues le permite resistir mejor epidemias, o desastres naturales, en cambio su uniformidad es muy perjudicial, pues una simple epidemia puede diezmar o incluso eliminar a la especie entera.

En el caso de los humanos en lo referente a diversidad genética no tenemos que preocuparnos, pero si en vez de especies hablamos de civilizaciones, entonces la cosa cambia.
Antes había una riqueza cultural enorme, entendida como una gran diversidad de formas muy diferentes de estructurar la sociedad, y de entender el mundo.
Unas entraban en contacto con las otras, y se enriquecían mutuamente aportando nuevos conceptos, respuestas a preguntas que ni siquiera se habían planteado aún. Por ejemplo los romanos adoptaron la cosmología griega, o los europeos aprendimos el número cero de los árabes, etc.
En el caso de que una civilización colapsara, ya sea por guerras, desgobierno, o sequías, parte de esa cultura sobrevivía al colapso integrada en las otras culturas circundantes, enriqueciéndose así el conjunto.

Del mismo modo que la falta de diversidad genética puede hacer que dicha especie desaparezca por una simple enfermedad, la falta de diversidad cultural planetaria actual puede hacer que toda la sociedad colapse inesperadamente por un simple incidente inesperado, como estuvo a punto de pasar con la quiebra bancaria del 2008, o como puede pasar, por ejemplo, por un encarecimiento súbito de la gasolina por su escasez, por un gran apagón planetario por una tormenta solar, o simplemente porque la gente se harte de los abusos de los poderosos y arme una revolución. Cualquier acontecimiento inesperado que no hayamos previsto y que desestabilice el sistema hasta el punto de hacerlo caer produciría un colapso planetario debido precisamente a esa uniformidad cultural, no habría otra cultura diferente que resistiera dicha crisis y que permitiera reiniciar la sociedad desde otro punto de vista y aprovechando la mayor parte del conocimiento generado hasta entonces.

Muchos diréis que eso no va a pasar, y lo mas probable es que tengáis razón en el corto plazo y que ninguno de nosotros lo veamos, pero lo que es seguro es que nuestra civilización colapsará tarde o temprano, igual que les ocurrió a los romanos, a los egipcios, a los mesopotamios, a los mayas, o a los habitantes de la isla de Pascua, todas ellas grandes civilizaciones que seguro se creían eternas como la nuestra, y cuando eso ocurra será un colapso planetario, y entonces no tendremos civilizaciones alternativas de reserva que puedan heredar parte de nuestra cultura y conocimientos, pues todas habrán sido asimiladas e integradas y habrán caído con nosotros, excepto quizás corea del norte, que como los irreductibles galos resisten ahora y siempre al invasor, pero a base de terror y control de sus gentes y no con poción mágica.
La única consecuencia lógica es que si se produce ese colapso, acaecerá también la pérdida de muchísimo conocimiento, y un largo período de cientos de años de oscuridad para lograr generar una nueva cultura capaz de redescubrir los conocimientos o de crear otros nuevos. 

Algunos pensareis que soy un exagerado, pero eso ya ha pasado antes. El imperio romano se empeñó en uniformizar y asimilar todos los pueblos que se encontraba, y la consecuencia fue que cuando Roma colapsó a mediados del s.V, se tardaron 1000 años hasta que una nueva civilización fue lo suficientemente fuerte y estable como para volver a generar conocimiento y bienestar, y que durante toda la edad media fueran incapaces de construir maravillas como los acueductos romanos, o el panteón, por simple incapacidad técnica e ignorancia, y que durante ese período las guerras, las plagas y la hambruna asolaron el continente.

El único antídoto ante eso es la variedad cultural, no intentar asimilar las otras culturas, ni renunciar a la propia, respetar los puntos de vista de otros pueblos e intentar mantener las características propias cada cual de su cultura, y no me refiero a aprender las danzas tradicionales de cada cual, sino al conocimiento ancestral, a la cosmología, a los modos de vida tradicionales, la literatura propia y foránea, a las leyendas de nuestras abuelas, y de las abuelas de otras culturas, que siempre están llenas de sabiduría, y que no nos abandonemos a las simplificaciones esteriotipadas de Disney, o a los éxitos de ventas que las editoriales nos promocionan.

Eso no solo nos ayudaría en una futura e hipotética crisis planetaria fruto de mis elucubraciones mas pesimistas, sino que nos permitiría sentirnos menos alienados como individuos, menos parte de esa masa uniforme descerebrada de la que secretamente nos sentimos parte, y quizás esa sabiduría de las abuelas, o esos clásicos de la literatura, nos ayudarían a llenar ese vacío que a algunos les impide dormir, y que creen poder llenar con somníferos, o con libros de autoayuda, y quizas incluso aprendamos algo que la tele no nos puede o quiere enseñar. En resumen, que intentemos ser personas independientes con pensamiento autónomo y crítico.

30 de junio de 2013

Crimen sin castigo, o la ética neoliberal

Leyendo “Crimen y castigo”, publicada en 1866 por Fiódor Dostoievski, uno se sorprende descubriendo una sociedad donde el individuo tiene fuertes valores morales, y donde el protagonista se plantea si es suficientemente libre como para traicionar esos valores en beneficio propio, entablando entonces una batalla casi a muerte contra su conciencia. Esa novela contrasta con la sociedad actual y con nuestros líderes, que parecen no tener ninguna conciencia, ni ningún dilema ético al actuar en beneficio propio causando un mal a muchísimos conciudadanos. No he visto a ningún banquero, ni especulador, ni ninguno de los políticos que lo han permitido pidiendo perdón, porque ni siquiera se sienten avergonzados o culpables. Incluso hemos visto a banqueros que, tras arruinar su banco, lo han demandado porque creían que no les habían pagado un finiquito suficiente.
¿Como es eso posible? Según mi opinión hoy en día el neoliberalismo ha implantado una nueva escala de valores en muchos de nosotros, y en todos nuestros líderes, incluyendo los que se hacen llamar socialistas. Estos nuevos valores dicen que el triunfo y el enriquecimiento personal a cualquier precio es lo único que importa, dicen que está bien mentir y pisotear al compañero con tal de medrar, dicen que si una acción te sirve para ganar dinero es una buena acción, y dicen que la pobreza es una muestra de debilidad pues el que es pobre lo es porque no ha sido suficientemente fuerte como para prosperar aplastando a otros, y por tanto a los pobres no hay que ayudarlos, pues tienen que hacerse fuertes y aprender a trepar solos.
Estos son los valores que rigen nuestra sociedad actual, y que permiten al individuo actuar egoistamente, incluso causando dolor a otros, sin tener ningún remordimiento, pues tu conciencia ya no te tortura como al protagonista de “Crimen y castigo”, en realidad a lo mejor a esos individuos su conciencia les tortura si no actuan para enriquecerse. El problema reside en que una persona que no tiene principios ni remordimientos, que puede actuar libremente en beneficio propio incluso causando daño a terceros es la definición que la medicina da para los psicópatas, así pues esa nueva escala de valores nos convierte a todos un poco en psicópatas.
La sociedad basada en esos principios se está autodestruyendo, pues la sociedad se inventó como un entorno de colaboración entre individuos que renuncian a parte de su libertad individual y anteponen el bien común por encima del bien personal. Si la mayor parte de los miembros de una sociedad rompen ese acuerdo, la sociedad en sí deja de tener sentido.
Por supuesto, siempre ha existido ese pulso entre el individualismo y el bien común, pero tres poderosas herramientas habían conseguido subyugar ese impulso, y hacer que las personas que actuaban así al menos se avergonzaran de ello, no como ahora que se sienten orgullosos.
El primer freno siempre ha sido la ética individual, ese Peptio grillo que nos ha guiado hacia el camino de la rectitud, y nos ha torturado si no hacíamos lo correcto mediante los remordimientos.
El segundo ha sido la religión, que nos ha amenazado con la condenación eterna si no actuábamos según lo que los religiosos nos han dicho que era ético.
El tercer freno ha sido la ley, que nos ha amenazado con la cárcel si no cumplíamos la legalidad, y que servía contra los individuos que no tenían ni el primer ni el segundo freno.
Pero hoy en día esos tres frenos han saltado por los aires. Nuestro Pepito grillo individual ha sido sustituido por otro mediante la conversión del egoísmo en un valor ético aceptable, de modo que ahora nuestro nuevo Pepito grillo nos guía hacia el egoísmo individualista.
La condenación eterna ha dejado de ser una amenaza, pues hasta el propio Papa ha admitido que el infierno es un lugar metafórico, y viendo las actitudes de algunos religiosos que han robado y abusado de niños, con el beneplácito de sus superiores parece que ya ni ellos mismos temen esa condenación eterna.
Y la ley ha sido retorcida para convertir en legal el robo y la explotación, pero con nuevos nombres como SICAV, paraíso fiscal, instrumentos financieros, preferentes, cláusulas hipotecarias, becarios, contrato en prácticas, o flexibilización laboral. Esas nuevas palabras esconden viejas ideas, según las cuales los ricos y poderosos tienen derechos, y los pobres tienen obligaciones.
Creo que la única forma de reconducir la sociedad, y evitar que el individualismo la destruya, es reinstaurar al menos uno de esos frenos. El más fácil sería el de la ley, el problema es que las leyes las hacen los poderosos, y estos no parecen dispuestos a renunciar al individualismo que tanto les conviene. El freno de la religión parece dificilmente reimplantable. Así pues solamente nos queda la opción de la ética individual. Tenemos que renunciar al egoísmo individualista que los neoliberales nos han vendido como un bien superior, y empezar a pensar en el bien común en nuestros actos cotidianos. Solo si logramos cambiar los valores del enriquecimiento personal a cualquier precio, por los valores del enriquecimiento colectivo, y conseguimos transmitir esos valores a nuestros hijos, podremos exigir a nuestros líderes que actúen con ética.
No podemos quejarnos de que nuestros empresarios nos explotan, de que nuestros deportistas defraudan, o de que nuestros políticos se consiguen un retiro dorado de asesor a cambio de favores, mientras nosotros mismos también actuemos sin ética. Hay que dejar de contratar servicios sin factura, hay que dejar de comprar lo mas barato sin preguntar si detrás hay mano de obra explotada, hay que dejar de medrar en el trabajo a base de intentar dejar mal a tus compañeros, hay que dejar de enseñar a los niños a aprobar copiando, y hay que dejar de poner el dinero en el banco que nos da más rentabilidad sin preguntar si la obtienen deshauciando a familias de sus casas. Solo si nos convertimos en personas íntegras, podremos exigir a nuestros conciudadanos que lo sean también.

22 de junio de 2013

El patriota traidor

Blind patriotism de Brian D Morgan
Hablar sobre el patriotismo y el nacionalismo es muy difícil, especialmente debido a la perversión del lenguaje, ya que cuesta definir esos conceptos. ¿Que es una patria?¿Y una nación? La verdad es que me da un poco igual, y no quiero entrar en esa discusión, porque esos conceptos son sentimientos, y cada cual tiene los suyos, pero de lo que quiero hablar no es del sentimiento, sino de las actitudes que toman los que tienen esos sentimientos.
En España hay mucha gente con sentimientos de arraigo a su tierra, pero para algunos su tierra es toda la península, mientras que para otros es solo una parte de ella, pero las actitudes que toman unos y otros son similares, y en mi opinión algo perversas, pues mientras proclaman el amor por su tierra, tienen actitudes que poco a poco están haciendo de esa tierra un lugar inhabitable.
Hay gente que cree que debe y puede imponer su sentimiento patriótico a otros, y están en los dos bandos, tanto en los llamados nacionalismos periféricos, como en el muchas veces negado nacionalismo español. Prueba de ello es el famoso “vamos a españolizar a los alumnos catalanes” del ministro de educación Wert. Creer que se puede imponer un sentimiento es tan absurdo como pensar que puedes obligar a alguien a amarte, y pensar que tienes la obligación de intentarlo se parece mucho a la violencia de género.
Así pues, si no se pueden cambiar esos sentimientos ¿como podemos arreglar la situación? Pues en mi opinión hay que quitar el foco de que bandera ondeas, y ponerlo en que haces para ensalzar dicha bandera.
La peor actitud que se puede tomar a ese respecto, según mi punto de vista, es la de ondear la bandera y gritar que quien no la ondee tan fuerte como tu es sospechoso de ser un enemigo de la patria, esa actitud es la que intenta obligar a la gente a dar pruebas públicas de su afecto a la patria para así inferir que todo aquel que no lo haga es porque es un mal patriota. Esa actitud degenera en un patriotismo de escaparate, basta con ponerse una pulsera con la bandera para ya creerse un ciudadano ejemplar, y ser un ciudadano ejemplar no consiste en eso.
Aunque te vistas con la bandera, y escuches cada mañana el himno nacional, serás un mal patriota si no pagas tus impuestos, si defraudas, si no te levantas cada mañana para trabajar duro, si te cuelas en el metro o si intentas hacer un pelotazo y piensas que otro ya apechugará con las consecuencias. Si intentas escaquearte de tus obligaciones estás traicionando a tu patria, pues estás anteponiendo tu propio beneficio al bienestar de tu tierra, te conviertes en un patriotra traidor.
Necesitamos menos patriotas que ondeen banderas, y mas patriotas que trabajen duro para el bien de su tierra, cada cual la que considere propia. Si se consiguiera ese cambio, la verdad es que me daría un poco igual que bandera ondeara cada cual, porque la verdad es que estarían remando todos en la misma dirección, me daría igual si trabajan duro para España, o para Cataluña, porque la verdad es que todos estarían sacando el país adelante por igual.
El problema es que hoy en dia hay muchos patriotas en ambos lados que vociferan sobre lo buenos que son unos y lo malos que son otros, a la vez que están defraudando, contratando en negro, o en el caso mas sangrante de los políticos, enfrentando a la ciudadanía unos contra otros a la vez que se legisla en favor de algunas empresas de conocidos y amigos. No se me ocurre ninguna actitud mas antipatriótica que sembrar la cizaña entre conciudadanos a la vez que se dilapidan sus impuestos para favorecer a amiguetes, y se ocultan fortunas al fisco en paraísos fiscales.
Si los ciudadanos tomáramos consciencia de ese echo, el país en su conjunto daría un paso adelante.
Las eternas discusiones entre catalanistas y españolistas, seguirían existiendo, pero dejarían de ser destructivas para convertirse en una competición positiva para el conjunto, pues cada cual, para mostrarse mejor patriota que el otro, tiraría adelante del país. Además a los políticos, empresarios, famosos y deportistas de élite, que normalmente se llenan tanto la boca de patria, pero que a la hora de la verdad tienen todos sus fortunas en el extranjero, no les bastaría con atarse una bandera al cuello y salir por la tele, sino que tendrían que cumplir con sus obligaciones con el fisco y no por miedo a ser pillados, sino por amor a su tierra.
Quizás sea algo utópico, pero tenemos que conseguir cambiar la definición de que significa ser un patriota. Ahora ser patriota significa considerar enemigo mortal cualquier patriota de una patria diferente a la tuya, y tendría que pasar a significar querer trabajar cada día para que tu patria prospere.
Si el sentimiento patriótico se convierte en un impulso para la mejora personal, y se sobrepone a la búsqueda del beneficio económico personal a cualquier precio, incluso a costa del empobrecimiento del país, que tanto mal ha hecho al conjunto de la sociedad, entonces ese sentimiento dejará de ser un problema de nuestra sociedad para ser una de las soluciones. Y entonces dará un poco igual si hay una patria o cinco o diez, porque todos querrán lo mejor para el conjunto de la sociedad.

16 de junio de 2013

¿En que se gastan nuestros impuestos? Inversiones

En mi post anterior expuse lo necesario que me parece regenerar la conciencia ciudadana sobre la utilidad de los impuestos, a través de la racionalización y la transparencia en el gasto, y cuando digo eso no me refiero a recortar en sanidad y educación, sino en que la ciudadanía tiene derecho a saber en que se gasta el dinero, y en opinar si cree que se está derrochando en cosas inútiles, o en beneficios espúreos para unos pocos. No quería limitarme únicamente a la crítica general a nuestros dirigentes, cosa que ya he hecho ampliamente, sino que quería hacer algunas propuestas concretas. Ya indiqué propuestas sobre como evitar los abusos en sueldos y cargos de los políticos, y ahora quería centrarme en como controlar el gasto en inversiones públicas.

La primera medida sería clarificar como se decide si una infraestructura es necesaria y útil. Actualmente parece que las inversiones se deciden en función de donde ha nacido el ministro de turno, o si en cierta comunidad han obtenido muchos votos, y esto tiene que acabarse pues nos ha llenado el país de aeropuertos inoperantes, paradas de AVE en pueblos, y autopistas rescatadas.
Las infraestructuras del tipo escuelas y hospitales se proyectan en función de la población existente y la distancia de los trayectos, y salvo contadas excepciones, se han ejecutado de forma bastante racional, así pues en ese campo no creo que haya que hacer muchas reformas, simplemente dejar que los técnicos decidan libres de injerencias políticas.

En lo referente a las infraestructuras de transporte es donde se necesita poner orden. Habría que distinguir entre infraestructuras de alta capacidad (autopistas, trenes, puertos y aeropuertos), de las de baja capacidad (carreteras). Antes de ejecutar una infraestructura de alta capacidad habría que hacer un presupuesto y un cálculo de su utilización futura, lo que se conoce como un cálculo de coste/beneficio. Si dicho cálculo da un resultado por encima de cierto valor, se puede ejecutar, pero si el cálculo da por debajo de dicho umbral se podría ejecutar pero como infraestructura de baja capacidad, que no necesitaría pasar dicho cálculo de coste/beneficio, a menos que se rehaga el proyecto para rebajar el presupuesto. O sea, que entre dos poblaciones de 1.000 habitantes, no se puede construir una autopista, porque no la utilizaría casi nadie, pero sí una carretera, ya que es un derecho básico de todos los ciudadanos tener una infraestructura de transporte. Dicho cálculo sería vinculante, no una mera opinión de los técnicos.
Aún así, es cierto que en ciertos casos una infraestructura con poca demanda inicial puede servir para traer riqueza a ciertas zonas depauperadas. Para esos casos en los que el cálculo coste/beneficio no justifica dicha infraestructura de alta capacidad, pero otros criterios socioeconómicos o demográficos si que la hacen recomendable, propongo crear un impuesto específico, que vendría a sustituir las tan polémicas transferencias de solidaridad entre comunidades autónomas. El dinero para pagar dichas infraestructuras infrautilizadas se tendría que sacar de un fondo que se iría llenando con dicho impuesto solidario que pagarían los ciudadanos en función de su renta. Si los políticos creen que hay que hacer muchas de estas infraestructuras infrautilizadas, tendrían que explicar a los ciudadanos que les tienen que subir dicho impuesto de solidaridad, o esperar varios años a que se vaya recaudando para tener suficiente dinero. Eso eliminaría de un plumazo la tendencia de los políticos a construir aeropuertos en medio de la nada, y a la vez nos ahorraría la eterna discusión de que comunidades pagan de más y de menos, pues serían los ciudadanos los que sufrirían un impuesto específico para ese fin, y no se detraería ese dinero de las transferencias del estado a las comunidades, lo que se ha demostrado un sistema muy opaco y fácilmente interpretable según los intereses de cada cual.
Por último se necesitarían algunas medidas para impedir que nos hiciéramos trampas al solitario, o sea controles para que los presupuestos de las obras, y los cálculos de utilización de dichas infraestructuras fueran lo más reales posibles, y no se alteraran artificialmente para conseguir mostrar como útiles infraestructuras que no lo son, a base de maquillar los números. Para impedir dichos maquillajes, se podrían encargar a funcionarios del estado, que gracias al blindaje de su empleo no pueden ser presionados. O por ejemplo se podrían encargar dichos estudios a empresas privadas, y en caso de que sus informes se demuestren erróneos con desviaciones de más del 10%, vetar dicha empresa de la contratación pública durante 5 años.

Otra medida muy necesaria sería la de impedir que en los concursos públicos, las empresas presenten unos presupuestos artificialmente bajos para ganar el concurso, para a continuación, durante la obra, exigir el pago de sobrecostes que disparan el presupuesto por la puerta de atrás sin ningún control. La solución para impedir esta práctica es sencilla, si el coste final de una infraestructura ejecutada por una empresa supera el presupuesto entregado en el concurso, dicha empresa queda excluida de la contratación pública durante 5 años. En pocos años veríamos como las empresas se preocupan de presentar a los concursos unos presupuestos realistas, y como el coste final de las obras se ajusta a lo presupuestado.
Todos los contratos públicos deberían ser publicados inmediatamente, solamente en el caso de los contratos de defensa se podría retrasar su publicación hasta un máximo de diez años.
Ningún contrato público podría incluir compensaciones a las empresas privadas en el caso que las previsiones de ingresos o costes no se ajusten a la realidad. No puede ser que a día de hoy aún no sepamos que contrato se firmó para traer la formula 1 a Valencia, o cuanto dinero dice el contrato que costaría rescindirlo, o que tengamos que compensar a las concesionarias de autopistas privadas porque se equivocaron al prever cuantos vehículos pasarían por sus peajes. El capitalismo consiste en arriesgar tu dinero para ganar más dinero, no en asegurar que tendrás unos ingresos seguros aunque hagas mal los cálculos, quizás intencionadamente.

Quizás mi propuesta intenta acotar demasiado las decisiones de infraestructuras, pero en vista de lo mal que lo han hecho los políticos, creo necesario devolver la responsabilidad a los técnicos, para que sus cálculos sean vinculantes, e impedir así que un político se gaste 200 millones de nuestros impuestos en una estación de tren en un pueblo de 1000 habitantes, donde curiosamente su familia tiene unos terrenos, diciendo que es de utilidad pública.
Os invito a dejar vuestra opinión sobre mis propuestas, a dar vuestras propuestas complementarias o alternativas, o a dejarme verde, que esto sé que también gusta mucho.

12 de junio de 2013

¿En que se gastan nuestros impuestos?


Paul Vos Cobrador de impuestos
Paul Vos - Cobrador de impuestos - 1543
Antes de exigir ningún sacrificio más a la ciudadanía, hay que mostrar a la población como, en que y por que se gasta el dinero de nuestros impuestos, para recuperar la autoridad moral y el sentido de los impuestos. Los políticos se llenan la boca exigiéndonos a los ciudadanos responsabilidad, sacrificios y penitencia, pero se han olvidado de su parte, y eso ha degenerado en la sensación general que se gastan nuestro dinero en mamandurrias, y la gente utiliza esa sensación como excusa moral para defraudar. Para salir de la crisis hay que mejorar los ingresos públicos, y hay que mejorar los criterios de gastos, pero eso no pasará hasta que la gente no piense que defraudar impuestos perjudica al conjunto de la sociedad, y viendo como manejan el gasto público nuestros políticos muchos ciudadanos piensan que pagar impuestos no sirve para nada.
Así pues creo que es hora de empezar a hacer propuestas concretas para revertir esta situación, así que empezaré por lanzar propuestas referentes a dar claridad a los criterios del gasto, en primer lugar en lo referente a los sueldos, dietas, y asesores de los políticos.

En primer lugar, se tendrían que crear unos baremos salariales para todos los cargos electos, y que cobraran en función de su responsabilidad. Este baremo estaría indexado con el salario medio español, y con la tasa de paro, mediante una fórmula, de modo que si baja el paro o sube el sueldo medio cobrarían más que si ocurre lo contrario. Esto serviría de incentivo para que los políticos mejoraran esos parámetros, y de corrector automático para ahorrar en sus sueldos si las condiciones generales del país se deterioran, aunque creo que para calcular el sueldo medio habría que dejar fuera al 5% más rico y más pobre, para evitar distorsiones de la media debido a unos pocos individuos muy ricos. Esta operación acostumbra a hacerse en funciones del tipo campana de Gauss.

Además creo que los cargos elegidos por voto directo de la ciudadanía, como los parlamentarios, tendrían que cobrar más que los cargos elegidos por los políticos, como por ejemplo los presidentes de diputación, organismos oficiales, etc, de ese modo se valorará más a los representantes de los ciudadanos, y no a los representantes de los políticos. Hay que tener en cuenta que a lo mejor esta medida significa subir el sueldo a los políticos con mayor responsabilidad y mayor exposición pública, pero también se lo bajará a muchísimos otros que cobran sueldos vergonzosamente altos sin haberse enfrentado jamas a las urnas, y que gestionan organismos de dudosa utilidad pública. Por supuesto esta medida tiene que ir ligada con la reforma de la ley electoral que he comentado en posts anteriores.

Cada persona podría ocupar un solo cargo y recibir un solo sueldo, y esto incluye sueldos y cargos de fundaciones y organismos semi públicos que reciben subvenciones.

Todo el personal no funcionario, como asesores e interinos, debería ser contratado con la aprobación de un cargo electo gerárquicamente superior, y su sueldo no podría superar al de su contratador, cosa que actualmente sí que pasa, en algunos casos de forma escandalosa. Debería hacerse público quien contrata a quién y para hacer qué y con que sueldo, por ejemplo a través de una página web, donde se podría comprobar a cuanta gente ha contratado un cargo electo en particular, y cuanto dinero nos cuesta todo ese personal. De ese modo se podría comprobar los criterios y exigir responsabilidades. Por supuesto estaría prohibido que un cargo electo contratara a ningún familiar suyo hasta de tercer grado, ni nadie que conviviera con ninguno de sus familiares, y el número de personal contratado estaría limitado, si se necesita mas personal habría que convocar plazas de funcionarios.

Las dietas y complementos salariales quedarían reducidos solo a transporte y comida en días y horas laborables, y sin superar un porcentaje del sueldo mensual, y si se realizan viajes oficiales, se dispondría de un cierto margen extra. Esas dietas, así como el teléfono, sería pagado desde una única cuenta para cada político, y que sería la única cuenta para gastos sufragada con dinero público a la que tendría acceso, y cuyo extracto se publicaría automáticamente, por ejemplo cada semana. Esto permitiría saber en que se gasta el dinero, y eliminaría tentaciones como la de irse a un spa el fin de semana con cargo al contribuyente. 

Hasta aquí una primera lista de medidas básicas que afectan a los sueldos de los políticos, muchas otras serían útiles e incluso necesarias, y alguien puede pensar que estas son equivocadas, pero el objetivo de todas ellas es que los políticos no se pongan los sueldos que quieran, que gasten sin control el dinero de todos, y eliminar el nepotísmo, es exigirles responsabilidad y transparencia, y rendición de cuentas sin que lo tengamos que pedir, pues tenemos derecho a saber siempre y en todo momento en que gastan nuestro dinero, y para hacer que. Parece mentira que se tengan que explicar estas cosas tan de sentido común, pero hemos llegado a unos niveles muy preocupantes de degradación ética en nuestra clase dirigente, que piensa que no tiene que dar explicaciones, y que la opinión de la gente no importa.

En vista de lo que me estoy alargando, creo que dejo para posts poseteriores otras propuestas para mejorar los criterios con los que se deciden y ejecutan los gastos públicos en inversiones, pues hoy en dia cualquier político decide gastarse doscientos millones en construir un aeropuerto, presentando un presunto informe diciendo que lo utilizarán quince millones de pasajeros anulaes, y al final cuesta quinientos millones y lo utilizan cero pasajeros, sin que ello traiga consecuencias para nadie. Esto se tiene que acabar.

Si teneis mas propuestas, que seguro que sí, podeis dejarlas en forma de comentarios a este post, a lo mejor llegamos a alguna conclusión.

1 de junio de 2013

La política visceral


discurso autoreferenciado
Obra del artista Mana Neyestani
Las dos Españas (o tres o cuatro) se pelean, se discute, y se alternan en el poder, pero son incapaces de hablar la una con la otra, de buscar los puntos en común, y de ceder cada una una parte de su ideología para crear una ideología conjunta de mínimos comunes que pudiera integrar a la mayoría de la ciudadanía.

Este es un mal endémico que padecemos desde hace siglos, y la guerra civil fue una prueba de esta incapacidad para el acuerdo, y de esta convicción inquebrantable en que uno tiene razón.

En España no se acostumbra a contrastar argumentos, a intentar convencer al que piensa diferente, y a escuchar otras opiniones para formarse la propia. El estilo autóctono no se halla en la razón, sino un poco mas abajo, en la víscera. Muy a menudo no intentamos informarnos para conocer la verdad, sino que la verdad ya la sabemos, e intentamos encontrar las pruebas que demuestran que tenemos razón. Así pues no debatimos sino que discutimos, no tenemos adversarios sino enemigos.


Este estilo tan propio se hace evidente en las tertulias televisivas, en las que unas personas sentadas en lados físicos e ideológicos opuestos de una mesa se lanzan improperios de un lado al otro de la mesa que vuelan como granadas entre trincheras, y tienen su mismo objetivo, destruir al enemigo, no generar un debate o convencer a nadie.

Lo triste es que esta misma actitud es la que se aprecia en el congreso, donde los parlamentarios intentan arrancar una ovación de sus correligionarios, si puede ser a costa de humillar al oponente, en vez de dedicarse a lo que el origen etimológico de la palabra parlamentario sugiere.

Esta actitud es la que provoca, por ejemplo, que cada cuatro años se reforme la educación en este país, con los lamentables resultados que todos conocemos, o que el famoso debate territorial (mal llamado así, ante la total falta de debate) se limite en envolverse cada cual con su bandera correspondiente, sin ningún atisbo de vida inteligente en ninguno de frentes. Lo único en lo que se han puesto de acuerdo nuestros políticos es en defender sus derechos frente a los de la ciudadanía, a la que nos distraen ondeando esas mismas banderas que presuntamente les enfrentan.


Así pues la vida política ha quedado reducida a una lista de etiquetas, y cada cual se ve obligado a elegir una de estas etiquetas, y defenderla como si le fuera la vida en ello. O eres de derechas o de izquierdas, o nacionalista o constitucionalista, o monárquico o republicano. Y los partidos, en vez de buscar puntos de encuentro, se esfuerzan muchísimo en crear nuevas dicotomías etiquetables, para poder apoderarse de una de esas etiquetas y así esgrimirlas ante los electores que, agarrados a ella seguirán al partido que la esgrima hasta la urna, cual flautista de Hamelín, ejemplos de esas nuevas etiquetas no faltan, como por ejemplo abortista o antiabortista, a favor de los referendums o en contra, pro religión en las escuelas o anti, pronuclear o antinuclear, etc.
Estas etiquetas eliminan el debate, e imposibilitan los matices, y hacen imposible encontrar puntos medios, que acostumbran a ser donde se encuentra la virtud.


Esta actitud maniquea no es, por supuesto, nueva ni exclusiva de nuestro país, y por desgracia tengo la sensación que va a más, especialmente por como se está acelerando la circulación de la información gracias a las nuevas tecnologías. La gente quiere más y más información, pero no tiene tiempo de asumirla, así que tiene que estar muy resumida, y ser fácil de asimilar, y como es fácil de imaginar, más información más resumida, significa eliminar los matices.

Esta tendencia también han conseguido introducirla en el mundo científico, ahora cualquiera, tenga las ideas que tenga, consigue que un grupo de expertos elaboren un informe confirmando rotundamente y con pruebas científicas que tenía razón, aprovechándose así de la creciente tendencia de la población a depositar una fe casi religiosa en la ciencia sin poner en duda sus métodos, o la interpretación de los resultados. Esta perversión, que tiene su máximo exponente en la polémica creacionista, o el negacionismo del cambio climático, pero que también ha dado grandes ejemplos patrios, como las afirmaciones de biólogos diciendo que los toros no sienten dolor debido a la configuración de su sistema nervioso. Cosas veredes, amigo Sancho.

Del noble, pero muy desprestigiado arte de las estadísticas, muy manipulado por parte de las compañías y los medios, hablaré otro día.


El único antídoto es renunciar a la verdad absoluta, nadie tiene toda la razón ni nadie está totalmente equivocado, o menos que lo haga de mala fe y defienda una postura a sabiendas que es falsa por motivos inconfesables. Hay que diversificar al máximo las fuentes de información y siempre siempre poner en duda lo que nos dicen, y lo que creemos. Así pues, si alguien cree que no tengo razón, por favor, que exponga sus argumentos, intentaré estar abierto de mente.
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